La atracción había sido inmediata, absolutamente innegable para ambos. Aun así, cada uno eligió darle la espalda, para no zambullirse en reproches, propios y ajenos.
Fueron asignados a la misma base militar, donde trabajaron incansablemente, ignorando el fuego interno, manteniéndolo a resguardo.
Esa noche en que la noticia de la muerte de Moti los abatió por completo pudo más la urgencia, la necesidad de vencer a ese fantasma que revoloteaba en el aire llevándose cada tanto a uno de ellos. Cualquiera podía ser el próximo. Ellos podían ser la siguiente víctima. El amor los envolvió como una manta, escondiéndolos del mundo, alejándolos de todo y de todos. El suelo frío, la humedad del cuarto, el olor a tierra sucia, la incomodidad... No hubieron velas, ni sábanas perfumadas ni suaves, ni música de fondo, y sin embargo, allí se consumó un amor verdadero, intenso, sin promesas, sin futuro… Un amor que definitivamente, en nada se parecía al que ella había soñado…