La tenía tomada de la mano. De camino a la salida me tropece y se soltó. Comenzó a caer por las escaleras, varios pisos más abajo. La seguí, intentando alcanzarla. Descendía más y más y yo junto con ella. Llegamos a la calle, la puerta abierta, y una rafaga la alejó aún más. La corrí, no podía dejarla ir. Comenzó a hacer piruetas, subía y bajaba hamacada por el viento. Hice varios intentos, la vi alejarse cada vez más, no pude alcanzarla, mi esperanza se perdió para siempre.
miércoles, 28 de marzo de 2012
lunes, 26 de marzo de 2012
El encuentro
En el marco del proyecto Adictos a la escritura escribí este relato que responde a la consigna de utilizar una frase (marcada en el relato en rojo) propuesta por otro participante
Estaban todos reunidos. Hacía meses que se venía organizando todo. Algunos llegaron desde
lejos, viajando varios días. Cada personaje tenía algo que decir, noticias que contar. Sus historias no habían terminado, o si. Es decir, todas tenían un final, para el público, luego ellos seguían sus vidas. Por eso era necesario actualizarse, pero todos hablaban al mismo tiempo generando gran alboroto.
Susana, la peluquera contaba, con su voz aguda, más aguda que de costumbre por la gran excitación que sentía, que el vecino la acosaba y ella ya había llamado a la policía, pero esto no logró amedrentarlo. Sus grititos se entremezclaban con la voz grave de Osvaldo que contaba su decimocuarto intento de suicidio.
El escritor los miraba a todos, con las gafas en la punta de la nariz, los cabellos grises revueltos. Estaba maravillado, todos sus personajes habían cobrado vida, más allá de él. Cualquiera pensaría que estaba loco, bueno, tal vez un poco, pero no al punto de inventar lo que veía con sus propios ojos.
Sor Inés y la madre Superiora habían tomado la precaución de mandar a construir un altar antes del encuentro. Estaba adornado con velas y flores silvestres muy coloridas que perfumaban el ambiente. Alguien dijo que parecía el altar de la primavera, unos cuantos rieron con la ocurrencia, menos las religiosas que se miraron circunspectas meneando la cabeza severas.
Marcos y Sandra que se habían casado al final del libro tenían ahora cuatro hijos, uno más travieso que el otro, y vivían peleando, intercambiando acusaciones. Marta, que no había logrado separarlos, a pesar de sus múltiples intentos, reía satisfecha, mientras César le besaba el cuello.
El escritor quería hablar, siempre tenía algo que decir, pero esta vez se sentía abrumado. Conocía a todos y cada uno de ellos, los había creado, pero ahora tenían vida propia, y sus actos se le escapaban como agua entre los dedos.
Todos hicieron silencio de golpe. Esteban no había sido invitado. Grave error. Los papeles se mezclaron, su invitación se traspapeló, pero de algún modo se enteró y aquí estaba. Las mujeres le temían, Susana especialmente ya que había sido víctima de su lascivia. Los hombres lo respetaban, algunos hasta secretamente lo envidiaban. Las religiosas se santiguaron ante su presencia masculina y repulsiva.
El mago se acercó, sin que nadie se diera cuenta. Había logrado aprender trucos nuevos, y no había tenido demasiadas ocasiones de practicarlos. Este le pareció un buen momento. Los hizo colocar a todos alrededor del altar, la monja se sentía orgullosa e importante. Ella había tenido la idea, aunque la madre superiora quisiera ahora quedarse con todos los créditos. Sacó un conejo de la galera, palomas... Comenzaron a abuchearlo, querían algo nuevo, que los sorprendiera... Carraspeó y pidió un voluntario. Nadie se animó, hasta que Esteban haciendo gala de su hombría se acercó. Se hizo un gran silencio. Era un personaje temido, y él lo disfrutaba. El mago extendió su varita, invocó espíritus, ante el asombro de las hermanitas y de todos los presentes, un viento fuerte comenzó a soplar. De la nada apareció fuego, intenso, poderoso, rugiente, voraz. Y así, sobre el altar del tributo a la primavera, muere, convertido en polvo, el último sátiro del cuento.
jueves, 22 de marzo de 2012
Y así pasan los días...
Abro un ojo. Los números son crueles. 5:38. Intento robarle unos minutos más al tiempo volviéndome a dormir. A las 6:00 ya no hay excusas. A me llama. No le contesto. Insiste. Toda mi respuesta es mmmmm, señal que estoy despierta... Me estiro, junto fuerzas y me levanto, no sin antes acariciar a C que duerme estirada arriba de mis pies. La envidio como todas las mañanas, ¿por que ella se queda en la cama y yo tengo que levantarme? La ducha tibia hace su trabajo, ahora logro abrir los ojos por completo. El cepillo eléctrico juega con mis dientes, para luego mostrarle al espejo una mueca de sonrisa. Salgo del baño y me pongo la ropa que prepare el día anterior.
C está estirada con la panza arriba, esperando una de sus cuotas diarias de mimos. No me resisto, aún sabiendo que sus pelos quedarán adheridos a mi ropa, de alguna manera me carga sus energías. A la saca a pasear.
6:30 Frente al espejo me pongo crema humectante, base, rubor, sombra, rimel, y delineador. Los labios no me pinto. No me gusta dejar la taza de café con mis huellas de labial. Nunca me acuerdo de hacerlo antes de salir. Me seco el pelo.
6:40 En la cocina preparo el sándwich de I para que se lleve a la escuela. Enciendo la tostadora a la vez que pongo el queso blanco. el yogurt y las nueces en la mesa. Preparo café, mientras se calienta el agua aprovecho para guardar algunos platos que están en el secaplatos. El café está listo, su aroma inunda el ambiente. Cuando me siento a la mesa, A ya casi terminó de desayunar.
7:15 Llamo a I para que no se quede dormida.
7:25 Llego al trabajo mucho antes de mi horario, enciendo la computadora. Reviso los mails, el fax y me pongo a trabajar. Hoy es un día tranquilo, no hay mucho para hacer, así que reviso mi blog, contesto mensajes...
Suena el teléfono - K.K Buenos días... – ¿Hablo con K.K? Pero que te acabo de decir pedazo de…, pienso y sin embargo contesto un lacónico: si. Es un cliente que quiere averiguar por un préstamo cuando le explico que no podemos ayudarlo insiste enojado como si yo hubiera creado las normas o pudiera cambiarlas. Con todo mi acopio de paciencia le explico y tras unos cuantos minutos de mi tiempo perdidos logro convencerlo.
Las horas se hacen largas, interminables. Mi jefa no está del mejor humor, me mantengo a distancia.
13:15 Almuerzo lo que me traje de casa. Me preparo un café, uno de tantos.
16:40 Ficho y me voy. Pierdo el colectivo por unos segundos que a esa hora son vitales...
16:53 El viaje a casa transcurre entre una batería de idiomas que hablan por teléfono, gritan, ríen, callan, mientras trato de relajarme.
17:20 Llego a casa, sólo C corre a recibirme, ¡feliz ! La acaricio un poco, comienza a seguirme por toda la casa: prender el lavarropas, descolgar la ropa, doblar la ropa, repartir la ropa, hacerme algo de tomar, prender la computadora, llevarle la merienda a I, que aún no salió de su habitación. Charlamos un poco. Vuelvo a la computadora, reviso mensajes, contesto mails. Llamo a M, no contesta.
19:00 Saco a C. Se asusta con los ruidos de la calle y me tira de la correa para volver a casa. Trato de tranquilizarla, no tengo ganas de despertarme en la mitad de la noche.
19: 30 Preparo la cena. I quiere que me siente a ver la televisión en el sillón. A mi me gusta comer en la mesa. Así que no compartimos ni la cena.
19:45 Lavo los platos, cuelgo el lavado, preparo la ropa de mañana. Se acerca el momento soñado. Antes tengo que prepararme la vianda para la oficina.
20:20 Me acuesto por fin. A viene tarde. Tomo el libro de la mesita de luz.
.Paso una página, I me llama. Voy a su cuarto, bla bla bla.
20:55 Vuelvo a la cama, llamo a M. No contesta. Nuevamente el libro. A me llama para contarme como le está yendo en el trabajo. Tratará de no venir muy tarde.
21:30 Llamo a M, está en el gimnasio, me va a llamar más tarde. El libro me guiña el ojo, leo unas líneas pero se me cierran los ojos. Doy vueltas en la cama. No me puedo dormir.
22:30 M me llama justo cuando había logrado quedarme dormida. Charlamos un rato, la escucho y apenas asiento con las últimas fuerzas que me van quedando.
22:45 Me duermo pensando cuantos días faltan para el fin de semana.
Imagen : Pintura sobre seda- Ana María Monfort Guardia- Sol y luna.
C está estirada con la panza arriba, esperando una de sus cuotas diarias de mimos. No me resisto, aún sabiendo que sus pelos quedarán adheridos a mi ropa, de alguna manera me carga sus energías. A la saca a pasear.
6:30 Frente al espejo me pongo crema humectante, base, rubor, sombra, rimel, y delineador. Los labios no me pinto. No me gusta dejar la taza de café con mis huellas de labial. Nunca me acuerdo de hacerlo antes de salir. Me seco el pelo.
6:40 En la cocina preparo el sándwich de I para que se lleve a la escuela. Enciendo la tostadora a la vez que pongo el queso blanco. el yogurt y las nueces en la mesa. Preparo café, mientras se calienta el agua aprovecho para guardar algunos platos que están en el secaplatos. El café está listo, su aroma inunda el ambiente. Cuando me siento a la mesa, A ya casi terminó de desayunar.
7:15 Llamo a I para que no se quede dormida.
7:25 Llego al trabajo mucho antes de mi horario, enciendo la computadora. Reviso los mails, el fax y me pongo a trabajar. Hoy es un día tranquilo, no hay mucho para hacer, así que reviso mi blog, contesto mensajes...
Suena el teléfono - K.K Buenos días... – ¿Hablo con K.K? Pero que te acabo de decir pedazo de…, pienso y sin embargo contesto un lacónico: si. Es un cliente que quiere averiguar por un préstamo cuando le explico que no podemos ayudarlo insiste enojado como si yo hubiera creado las normas o pudiera cambiarlas. Con todo mi acopio de paciencia le explico y tras unos cuantos minutos de mi tiempo perdidos logro convencerlo.
Las horas se hacen largas, interminables. Mi jefa no está del mejor humor, me mantengo a distancia.
13:15 Almuerzo lo que me traje de casa. Me preparo un café, uno de tantos.
16:40 Ficho y me voy. Pierdo el colectivo por unos segundos que a esa hora son vitales...
16:53 El viaje a casa transcurre entre una batería de idiomas que hablan por teléfono, gritan, ríen, callan, mientras trato de relajarme.
17:20 Llego a casa, sólo C corre a recibirme, ¡feliz ! La acaricio un poco, comienza a seguirme por toda la casa: prender el lavarropas, descolgar la ropa, doblar la ropa, repartir la ropa, hacerme algo de tomar, prender la computadora, llevarle la merienda a I, que aún no salió de su habitación. Charlamos un poco. Vuelvo a la computadora, reviso mensajes, contesto mails. Llamo a M, no contesta.
19:00 Saco a C. Se asusta con los ruidos de la calle y me tira de la correa para volver a casa. Trato de tranquilizarla, no tengo ganas de despertarme en la mitad de la noche.
19: 30 Preparo la cena. I quiere que me siente a ver la televisión en el sillón. A mi me gusta comer en la mesa. Así que no compartimos ni la cena.
19:45 Lavo los platos, cuelgo el lavado, preparo la ropa de mañana. Se acerca el momento soñado. Antes tengo que prepararme la vianda para la oficina.
20:20 Me acuesto por fin. A viene tarde. Tomo el libro de la mesita de luz.
.Paso una página, I me llama. Voy a su cuarto, bla bla bla.
20:55 Vuelvo a la cama, llamo a M. No contesta. Nuevamente el libro. A me llama para contarme como le está yendo en el trabajo. Tratará de no venir muy tarde.
21:30 Llamo a M, está en el gimnasio, me va a llamar más tarde. El libro me guiña el ojo, leo unas líneas pero se me cierran los ojos. Doy vueltas en la cama. No me puedo dormir.
22:30 M me llama justo cuando había logrado quedarme dormida. Charlamos un rato, la escucho y apenas asiento con las últimas fuerzas que me van quedando.
22:45 Me duermo pensando cuantos días faltan para el fin de semana.
Imagen : Pintura sobre seda- Ana María Monfort Guardia- Sol y luna.
lunes, 19 de marzo de 2012
A veces quisiera
A veces quisiera detener el tiempo
otras veces
apurar las horas.
A veces quisiera quedarme en silencio
otras veces
gritar al viento.
A veces quisiera volar hasta el cielo
otras veces
en un rincón acurrucarme.
A veces quisiera adivinar el futuro
otras veces
que la vida me sorprenda..
A veces quisiera desaparecer del mundo
otras veces
que el tiempo avance lento.
A veces quisiera obtener respuestas
otras veces
no tener preguntas.
A veces quisiera que me abraces fuerte
y otras veces
que me abraces aún más fuerte.
Imagen Reloj- Diana Castillo
domingo, 18 de marzo de 2012
Estás
Estás
en mis silencios
en mis pensamientos
en mis miedos
en mis secretos.
Estás
en mis dolores
en mis caídas
en mis temores
en mis risas.
Estás
en mis abismos
en mis soles
en mis sueños
en mis aciertos.
Estás
hoy más que nunca.
Estás,
cuando más te necesito.
Gracias.
Imagen: Vals de los enamorados- Silvia Alvarez
jueves, 15 de marzo de 2012
Mi batalla
Sabía que vendrías. Aunque llegaste antes de lo esperado. Demasiado pronto. No puedo mentirte: no me alegra tu visita. Se que no te sorprende mi confesión. No creo que seas nunca bienvenido.
Siempre fuiste un fantasma merodeando mis sueños, acechando mis días, agazapado en las sombras. Hoy estás aquí de cuerpo presente, por más que intente alejarte te ríes de mi en la cara, burlón, pedante. Te crees ganador, invencible. Se de tu fuerza, te he visto actuar más veces de las que hubiera querido. Ayer te hubiera dicho que me entrego. Lo he pensado mejor, y no quiero. No voy hacerte fácil la tarea. Tendremos que pelear duramente, más de una vez decaerá mi ánimo, aún así estoy dispuesta. Eres un enemigo temible, no menosprecio tu fuerza. Me has declarado la guerra. Tus armas son letales. Mis escudos poderosos. Negarte que tengo miedo es inútil, se me nota demasiado. Quiero que sepas que estoy dispuesta a luchar.
Será una gran batalla.
Imagen : Miedos - Raquel Llopart
Siempre fuiste un fantasma merodeando mis sueños, acechando mis días, agazapado en las sombras. Hoy estás aquí de cuerpo presente, por más que intente alejarte te ríes de mi en la cara, burlón, pedante. Te crees ganador, invencible. Se de tu fuerza, te he visto actuar más veces de las que hubiera querido. Ayer te hubiera dicho que me entrego. Lo he pensado mejor, y no quiero. No voy hacerte fácil la tarea. Tendremos que pelear duramente, más de una vez decaerá mi ánimo, aún así estoy dispuesta. Eres un enemigo temible, no menosprecio tu fuerza. Me has declarado la guerra. Tus armas son letales. Mis escudos poderosos. Negarte que tengo miedo es inútil, se me nota demasiado. Quiero que sepas que estoy dispuesta a luchar.
Será una gran batalla.
Imagen : Miedos - Raquel Llopart
martes, 13 de marzo de 2012
Rutinas rotas
Julia y Cesar llevaban varios años de casados. Su vida era armónica, transparente, sencilla. Aquella tarde tomaban el te en la terraza de la casa, disfrutando de la bondad del día. Cesar, mientras se desajustaba el nudo de la corbata, sorprendió a su mujer con una propuesta insólita. A tal punto que Julia se atragantó con la bebida, generando un gran revuelo.
Nunca hubiera imaginado que su marido, tan serio y formal podría salir con algo así. En un principio descartó la idea indignada, ofendida, pero a medida que lo pensaba algo dentro de si misma se iba abriendo, como los pétalos de una flor, algo que le permitía fantasear, generando un tibio calor que la hacía temblar. Una semana, con sus días y sus noches fue el tiempo que necesitó Julia para aceptar. La larga lista de dudas fueron tachadas de su mente, ganando la batalla la curiosidad, el deseo.
El encuentro era esta noche. A las diez. Música, velas, media luz. Llegaron dos. Uno era joven, el otro más maduro. La ayudaron a desvestirse, tocando, manoseando, invadiendo. Cesar miraba extasiado, fascinado, imbuido de nuevas y placenteras sensaciones. Julia tímidamente al principio, inhibida, fue desprendiéndose de sus ropas junto con sus miedos, prejuicios y temores. Comenzó a sentir, vibrando con cada caricia, abriendo grandes sus ojos ante la mirada atenta de Cesar, descubriendo un universo de placer desconocido, arrollador. Incrédula ante tanta intensidad, se permitió disfrutar de cada beso, cada mano que tocaba su cuerpo, cada suspiro que exhalaba, pidiendo a gritos más y más. Julia despertó sus sentidos dormidos, naciendo, pujando, arrullada por la complicidad de Cesar que disfrutaba tanto como ella.
Un nuevo mundo se abrió ante sus ojos, sensaciones desconocidas de placer inigualable, éxtasis que envolvía a todos, como una película que estaban viviendo, sin ser ellos, y a la vez sintiéndose increíblemente vivos, como nunca.
Nunca hubiera imaginado que su marido, tan serio y formal podría salir con algo así. En un principio descartó la idea indignada, ofendida, pero a medida que lo pensaba algo dentro de si misma se iba abriendo, como los pétalos de una flor, algo que le permitía fantasear, generando un tibio calor que la hacía temblar. Una semana, con sus días y sus noches fue el tiempo que necesitó Julia para aceptar. La larga lista de dudas fueron tachadas de su mente, ganando la batalla la curiosidad, el deseo.
El encuentro era esta noche. A las diez. Música, velas, media luz. Llegaron dos. Uno era joven, el otro más maduro. La ayudaron a desvestirse, tocando, manoseando, invadiendo. Cesar miraba extasiado, fascinado, imbuido de nuevas y placenteras sensaciones. Julia tímidamente al principio, inhibida, fue desprendiéndose de sus ropas junto con sus miedos, prejuicios y temores. Comenzó a sentir, vibrando con cada caricia, abriendo grandes sus ojos ante la mirada atenta de Cesar, descubriendo un universo de placer desconocido, arrollador. Incrédula ante tanta intensidad, se permitió disfrutar de cada beso, cada mano que tocaba su cuerpo, cada suspiro que exhalaba, pidiendo a gritos más y más. Julia despertó sus sentidos dormidos, naciendo, pujando, arrullada por la complicidad de Cesar que disfrutaba tanto como ella.
Un nuevo mundo se abrió ante sus ojos, sensaciones desconocidas de placer inigualable, éxtasis que envolvía a todos, como una película que estaban viviendo, sin ser ellos, y a la vez sintiéndose increíblemente vivos, como nunca.
domingo, 11 de marzo de 2012
Esperanzas marchitas
Entre puntadas de dolor
hilvano mis días,
indiferencia de un mundo
lejano, ajeno, extraño.
Calma que cesa,
angustia que trepa
cual enrededadera.
Chispa que enciende
fuegos ardientes.
Los días se tornan
caprichos ajenos,
a su merced estamos,
esperando el silencio.
Noches inciertas
corazones alertas
vidas suspendidas
esperando una señal.
Esperanzas
sucumben marchitas
pisoteadas
cruelmente aplastadas.
martes, 6 de marzo de 2012
No tengo escudo
No tengo escudo
que me proteja
de tus flechas
tan certeras.
No tengo armas
que me defiendan,
ahogándome
en tu mar embravecido.
Huracán devastador
volcán encendido
furia que aplasta
sin piedad.
Palabras filosas
gritos cual cuchillos
clavados en mi pecho
herido, sangrante...
No tengo escudo
que me proteja
matáme de una vez
prometo que
no ofrecere resistencia.
Imagen: Camino desde el corazón- Diego Quintavalle
lunes, 5 de marzo de 2012
Pasado que no es
Aún lo siento. Sin importar cuanto tiempo haya pasado. Recreo en mi mente una y otra vez aquellas imágenes. A cualquier hora. Despierto o en sueños. De día o de noche. Gotas de sudor recorren mi espalda. Golpes en la puerta que retumban en mi cabeza. Boca seca. Violencia que grita. Manos sudorosas. Corazón que late desbocado. Sabía que mi hora llegaría. Ya habían venido antes por Carlos, por Lucy, por José... ¿Cuanto podría faltar para que vinieran por mi? ¿Semanas? ¿Días? ¿Horas? ¿Minutos?
Sonidos al principio desconocidos luego eran el anuncio de lo peor, de la crueldad más terrible. Mi cuerpo respondía en consecuencia. Alerta, expectante, tembloroso. Hay un momento, tal vez demasiado pronto para quien no ha vivido en el infierno, que uno dice basta. Es el fin. No se puede soportar más. Pero a nadie le importa. Nadie te escucha. No eres nadie.
Ha pasado el tiempo, mucho. Las sensaciones han quedado, profundas cicatrices, más en el alma, que en el cuerpo. Las recompensas de la vida (mi familia, mis hijos) no alcanzan para borrar aquellos años de oscuridad, de gritos, de horror. Parte de mi vida está muerta, pero aún no pude enterrarla.
Imagen : Oswaldo Guayasamín
viernes, 2 de marzo de 2012
Qué me importa !
Hace muchos, muchos, muchísimos, muchisimisimos años, en un lugar remoto, de por allá, nació el pueblo "Que me importa". La historia es así: el pueblo fue creado por Don Felipe De la Vega, tras llegar a un lugar muy hermoso y aparentemente deshabitado, decidió instalarse junto a su numerosa familia y sirvientes. Una mañana, le llegaron rumores que en esa aldea vivían escondidos unos elfos y que no era conveniente quedarse en el lugar, ya que estos tenían muy mal carácter con los intrusos.
- ¡Qué me importa! ¡Qué me importa! ¡Qué me importa- dijo ofuscado Don Felipe De la Vega que se enojaba con facilidad, sobre todo si alguien se oponía a sus deseos.
Así es que la familia se quedó en el lugar.
Los hijos de Don Felipe quedaron encantados ya que parecía un sitio copiado de sus libros de cuentos.
Miguel, el menor de los hijos del matrimonio, y el más travieso, jugaba una tarde con las hojas que el viento soplaba, planeando, subiendo, bajando, haciendo remolinos hasta que aterrizaban y otra vez subían, en un interminable vuelo que alejó a Miguel sin que se diera cuenta. De pronto vio una puerta de madera, en un gigantesco árbol. Pudo más la curiosidad que la prudencia y con no poco esfuerzo abrió la puerta y se metió. Comenzó a caer y caer hasta que un colchón de hojas frenó su caída. Unos hombres extraños, de orejas alargadas lo miraban con cara de pocos amigos.
- ¿Como te atreves? Le preguntó el elfo vestido de verde
Miguel lo miró con la cara de inocencia que sabia poner para evitar los enojos de su padre, quien sentía por su hijo menor una evidente debilidad y las reprimendas de su madre cuando se enfadaba por sus travesuras. Pero no funcionó.
- Te pregunte como te atreves, niño. ¿No sabes respetar la propiedad privada?
- Es que no sabia, no quise, no…
- No me importa, todos ustedes los humanos hacen lo mismo. No saben lo que es el respeto. Vienen, se instalan, ocupan, invaden… No les importa nada.
- ¡Es cierto! dijo Miguel, por eso mi papá le puso "Que me importa" al pueblo.
Miguel al ver la mirada furiosa de los elfos comprendió demasiado tarde que no había sido acertado su comentario.
A una señal del elfo vestido de verde se alejaron todos los elfos unos pasos para conversar, haciendo un circulo a su alrededor. Tras unos minutos tomaron una decisión, que le comunicaron a Miguel y este empalideció. No creía que esta vez su cara de inocencia fuera a ayudarle mucho con su papá, éste se enojaría mucho con el.
Al cabo de unas horas salieron todos los elfos junto a algunas mujeres elfas que alimentaron a Miguel y lo mimaron, haciéndolo olvidar por un rato el problema en que estaba metido.
Cuando llegaron, Don Felipe, su mujer y todos los hermanos estaban esperándolos. Miguel evitó mirar a su padre a los ojos, ya que temía ver su rechazo y enojo.
Don Felipe dio un paso al frente y dijo: acepto el trato, devuélvame a mi hijo y nos iremos de acá mañana por la mañana.
El elfo vestido de verde, que se llamaba Muron le dijo que estaba de acuerdo.
-Momento padre, dijo la elfa Ágata. Tengo que decirte algo importante.
Agustín, el hermano mayor de Miguel también se adelantó y tomó la mano de Ágata. Un murmullo común, de asombro, de humanos y elfos se escuchó en la aldea.
-Agustín y yo nos amamos padre, y queremos pedirte que nos permitas casarnos, y que su familia pueda seguir viviendo en la aldea.
Muron, se quedo sin palabras por primera vez. Amaba a Ágata mas que a su propia vida, y sabia en lo mas profundo de su ser que jamás podría negarse a un pedido suyo. Pero a la vez, tenia la obligación, como líder, de preservar su espacio y privacidad, como lo venia haciendo desde hace siglos.
Nuevamente una imperceptible señal y los elfos del Consejo se reunieron a su alrededor, debatiendo, analizando, tratando de resolver el problema.
Finalmente se tomó una decisión. Nada podía hacerse en contra del amor, cuando éste aparecía. Por eso se les permitió a Don Felipe de La Vega quedarse en el pueblo " Que me importa" junto con toda su familia y los elfos que vivieron en armonía.
Cuenta la leyenda, que a partir de ese día el pueblo cambió de nombre. Ahora se llama " Pide permiso".
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